6 DE MAYO DE 1962 - 2017
Relatos de la Beatificación y
la Canonización de Martín de Porres
EL SANTO DE LOS POBRES
SAN MARTÍN DE PORRAS
El R.V. Padre Rubén Vargas Ugarte relata el glorioso momento de la Beatificación y la Canonización de fray Martin de Porres, en su obra "EL SANTO DE LOS POBRES.
El Padre Vargas, tuvo la gracia de estar presente en la Basílica de San Pedro el 6 de Mayo de 1962.
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P. Rubén Vargas Ugarte, SJ |
Estudió en el Colegio San Luis y en el Colegio de la Inmaculada de los Jesuitas en Lima. En 1904 viajó a Pifo, Ecuador para ingresar al Noviciado de la Compañía de Jesús, luego viajó a España, para estudiar Humanidades y Filosofía en el Colegio de Granada.
Se
ordenó sacerdote de la Compañía de Jesús en 1921, en Barcelona donde
finalizó sus estudios de Teología.
Inició su aventura de investigador visitando el Archivo del Vaticano en Roma y sobre todo el Archivo General de Indias en España.
Falleció el 14 de febrero de 1975.
Inició su aventura de investigador visitando el Archivo del Vaticano en Roma y sobre todo el Archivo General de Indias en España.
Falleció el 14 de febrero de 1975.
CAPITULO XXII
LA BEATIFICACIÓN
Plano de la ciudad de Lima 1735 |
Tan claro y manifiesto milagro no pudo quedar en silencio. Por disposición del Excmo. Señor Arzobispo una comisión de teólogos examino atentamente el caso y, además, tres distinguidos profesores de medicina, el doctor don Cosme Bueno, el doctor Domingo Egoaquirre y don Agustín Pérez, reconocieron a la enferma y, teniendo presente el dictamen de los que con anterioridad habían atendido a la paciente, declararon los tres que la curación era completa y que aun la ausencia de cicatriz naturalmente no tenia explicación. El doctor José Manuel Valdés, medico también, del cual tomamos estos datos, dice haber tenido a la vista el dictamen de sus colegas y asegura que no puede dudarse de la realidad de este insigne milagro.
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Su Santidad Gregorioa XVI |

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P. Joaquin Ventura de Ráulica |
Y con el poeta, pudieron cuantos fijaron sus ojo en su imagen expuesta a la veneración del mundo repetir:
En vano, gran Martín, la noche fria
Vistió tu rostro con la sombra obscura;
Mas que la nieve era tu alma pura
Y mas clara que le sol de medio día;
Y hoy en la gloria perennal te alegras,
Mientras gimen sin tregua en el profundo,
Mil y mil que tuvieron en el mundo
Los rostros blancos y las almas negras.
Cuando al Perú llegaron las Bulas de Beatificación de los dos legos dominicos, el país comenzaba a convalecer de las heridas abiertas en su seno por la división de sus hijos y la sañosa envidia del invasor extranjero. Un nuevo Congreso Constituyente se había reunido en Huancayo y el Ejecutivo, alejado de la Capital, no pudo darles el pase, siguiendo la abusiva costumbre de aquel tiempo. Esta circunstancia retraso las fiestas con que la ciudad deseaba exteriorizar su júbilo y sólo en abril de 1840 se pudieron llevar a cabo con la participación de los poderes públicos y de un gentío innumerable, que consideró como un augurio de paz la exaltación de estas nuevas flores de santidad del pensil limeño. “No os parezca demasiada exageración, escribía el Arzobispo, don fray Francisco de Sales Arrieta, al Sumo Pontífice, el que, no bien esta cristiana grey tuvo noticia de haber en esta ciudad letras de su amante padre, en circunstancias de concluir un guerra desoladora, que había cubierto de luto todos los corazones, cuando por las calles y plazas, como la mujer del Evangelio que convocaba a sus amigas, se daban los parabienes, por haber logrado ya la dracma que deseaban”.
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General Agustin Gamarra |
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Articulo del Diario de Lima sobre el inicio del proceso de beatificación de Martín de Porres 1686 |
CAPÍTULO XXIV
LA CANONIZACIÓN

Casi
ciento sesenta años tuvieron que transcurrir, desde la apertura del
Proceso Apostólico hasta la Beatificación de Martín y ciento veinticinco
años desde esta fecha hasta su canonización. Pero gradualmente y cada
vez con mas énfasis se insistió en la necesidad de dar cima a su causa.
Cuando en 1926 su Santidad Pio XI dispuso su reanudación, todos
concibieron grandes esperanzas y desde aquel punto se trabajo con ahínco
por difundir su culto e implorar su intercesión. Refiriéndome tan solo a
Lima, su patria así el Centenario de la Beatificación en 1937, como el
de su muerte, en 1939, dieron motivo a diversas manifestaciones de
piedad y de adhesión que no poco contribuyeron a avivar en los ánimos el
deseo de que se acelerara su triunfo.
Ya nos hemos referido a la extraordinaria difusión de su culto en todo el mundo y esto era ya una señal manifiesta de la voluntad de Dios. Sin embargo, en toda canonización se exigen algunos milagros y éstos habían de dar la solución. No dejaron de presentarse y así en el año 1938 se envió a la Sagrada Congregación de Ritos para su examen, el de una curación atribuida al Santo en Cajamarca; en el año 1941, ocurrió otro tanto con un prodigio obrado según se dice en Detroit (Estados Unidos) y, finalmente, en el año 1948, llegaban a Roma los datos de un caso extraordinario sucedido en Transvaal, en el sur de África. Sometidos a un riguroso examen, ninguno de ellos fue aprobado y hubo que recomenzar. Nadie perdía las esperanzas y con fundamento. La hora llegaría aun cuando para nuestra impaciencia tardara más de lo previsto.
En el año 1948 se remitió el proceso seguido en la curación instantánea de una señora de edad avanzada. El caso había ocurrido en la Asunción del Paraguay y se trataba de una obstrucción intestinal, rebelde a todos los tratamientos y que no podía ser operada por tratarse de una mujer de 87 años. El caso era desesperado y ya había sobrevenido un colapso cardiaco que agravaba el estado de la enferma. Una hija suya que vivía en Buenos Aires, toma un avión para ir al lado de la enferma y, desde el primer momento pone el asunto en manos del Santo Martín. Llega a la Asunción y aquella misma mañana, al amanecer la enferma recobra completamente la salud y el mal desaparece. Este milagro fu aprobado por la Sagrada Congragación.
En el año 1948 se remitió el proceso seguido en la curación instantánea de una señora de edad avanzada. El caso había ocurrido en la Asunción del Paraguay y se trataba de una obstrucción intestinal, rebelde a todos los tratamientos y que no podía ser operada por tratarse de una mujer de 87 años. El caso era desesperado y ya había sobrevenido un colapso cardiaco que agravaba el estado de la enferma. Una hija suya que vivía en Buenos Aires, toma un avión para ir al lado de la enferma y, desde el primer momento pone el asunto en manos del Santo Martín. Llega a la Asunción y aquella misma mañana, al amanecer la enferma recobra completamente la salud y el mal desaparece. Este milagro fu aprobado por la Sagrada Congragación.
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Niño Antonio Cabrera de 11 años presente en San Pedro en compañia de sus padres. |
Aprobado
este milagro en la Sagrada Congregación, podía procederse a la
Canonización, pues el Sumo Pontífice podía dispensar en el tercer
milagro que comúnmente se exige. Como el examen de estos casos
extraordinarios exige tiempo no se obtuvo la aprobación de inmediato. El
último de los citados fue visto por la comisión médica, compuesta
de un buen numero de médicos expertos y de nota el 11 de enero y el 18
de octubre de 1961. La comisión dio su fallo favorable y esto hizo
pensar a algunos que, tal vez, en Diciembre de aquel año se realizaría
la Canonización. No fue así. El 13 de febrero de 1962, la Junta de
Teólogos revisó el proceso y la conclusión también cedía a favor de la
causa. Por fin, en la Congregación General, presidida por su Santidad el
Papa se aprobó el decreto llamado de Tuto, o sea que se consideró que
no había óbice algún para proceder a la Canonización. Este acto que tuvo
lugar el 20 de marzo de 1962 llenó de alborozo a todos los devotos del
Santo y comenzaron los preparativos para el gran triunfo de Martín.
Se
fijo el día 6 de mayo para la ceremonia, o sea la Dominica Segunda
después de Pascua y tuvimos el consuelo de asistir a ella, formando
parte del la Comisión nombrada por el Gobierno del Perú. No nos
detendremos a describir la magnificencia que se despliega entonces bajo
las bóvedas de San Pedro, baste decir como o se lo oí a un caballero
romano, buen conocedor de la pompa usada en la Basílica, que no hay
fiesta religiosa alguna que llegue a supere en esplendor y boato a la de
una Canonización.

En esta ocasión el concurso, que suele ser muy crecido, rebasó todos los límites, pues se llegó a ver lo que es muy raro que ocurra, esto es que entre la multitud se vieran representantes de todos los continentes y de todas las razas. La América del Sur, con el Perú a la cabeza, había enviado numerosos peregrinos; la América del Norte, en donde tanta veneración se tributa al Santo, veíase también representada y no ya por gente de color sino aun por católicos de raza blanca; el África, el Asia, la Australia, todas estas regiones tenían delegados en gran numero y, por ultimo la Europa rendía también su fervoroso homenaje al humilde lego dominico. De España, de Francia, de la católica Irlanda, de Italia y Alemania, habían acudido grupos compactos, pero merecen singular mención los irlandeses y los boloñeses, donde es Martin muy popular.
Fuera de la delegación oficial del Perú, en el cual se veía a algunos embajadores, también el Gobierno español se hizo representar por un ministro de estado y por otras personalidades distinguidas. La jornada fue bellísima y hasta el tiempo contribuyó a que la alegría y el contento fuese general y que al penetrar en la Basílica, presidiendo el cortejo, la imagen de Martín, rompieran todos en vivas y aplausos. Esta estruendosa ovación se repitió cuando al final del acto, Su Santidad el Papa Juan XXIII, se presento en La Logia de la Basílica, desde donde impartió su bendición a todo los que llenaba la majestuosa plaza de San Pedro.

Quiera
Dios que estas líneas que nos ha dictado no tanto el conocimiento
adquirido, cuando el afecto que sentimos hacia Martín, contribuyan a
difundir más y mas su devoción y a inspirar en todos ese sincero y puro
amor a Dios y los prójimos que ardía en su alma. Y ahora, agradecidos al
cielo que nos dio este fruto de bendición, acerquémonos con la
imaginación al glorioso Santo dominico, cuya figura yo he deslustrado
con mi tosco decir, llevemos a nuestros labios la orla de su hábito y
pidámosle que avive en nosotros la caridad y, unidos todos, repitamos
esta plegaria:
Señor: Haz que vuelva el leguito con su gato
con su dogo y ratón y con su plato
de humilde loza y que e en la noche oscura
del mundo, alce su voz a Ti, Señor,
y que brote después, como flor
en los hombres su autentica ternura.
y que brote después, como flor
en los hombres su autentica ternura.
VARGAS UGARTE S.J., R.; El santo de los pobres. Ediciones Paulinas, (sexta edición), 1986. Lima.
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